sábado, 16 de diciembre de 2017

Dama italiana de grato aroma

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Fuera, a través de los cristales de casa se nota la llegada del frío invierno de Diciembre por estas antiguas tierras de las Españas: crudas heladas al amanecer, algún día con densa niebla, o lluvia, temperaturas bajo cero; para salir, bufanda clásica al cuello, guantes de lana, andares con pasitos cortos encogiendo los hombros, al buen cobijo de nuestro socorrido abrigo del invierno pasado...






Dentro de esas costumbres que cada uno vamos acuñando con los años, hay una que forma parte de mi Día: para empezar, un café recién hecho, por la mañana antes de salir, con su chorrito de leche y una cucharada de azúcar, tostadas, dos, una con aceite de oliva y sal, la otra con mermelada de naranja.

Reconozco es una costumbre como cualquiera, tal vez tú prefieres empezar el Día con un tazón con cereales, un zumo de naranja, o salir sin desayunar.

Con el paso del tiempo y la llegada del nuevo Milenio, la tecnología nos ha ido trayendo una serie de artefactos que hacen más fácil todo. Uno de ellos es la Cafetera, capaz de hacernos un cappucchino, un café late, con sacarina o azúcar, con canela o chocolate, casi lo que nos queramos imaginar.

Y así las cosas, una de esas modernidades entró en casa, con aplomo y algo de chulería tomó posesión de la encimera de la cocina, marcando día a día el sabor de aquel café diario de por la mañana.

Pero ocurrió algo, hace cosa de un mes, me parece era martes; estando con las pantuflas y el batín puesto, todavía medio dormido por el pronto despertar motivado por la alarma del teléfono móvil, zumbando en la mesilla a las cinco y cincuenta y uno de la madrugada:

Me dirijo a la cocina, saco con parsimonia el bote del café, la taza, cucharilla y demás apichusquis. En un giro despistado, no sé cómo ni en qué momento doy con el codo al botoncito de On de la cafetera, sin haberla cargado aún; el hecho es que de pronto empezó a salir un humo intenso, seguido de un Plop seco, jeje, como el de Condorito cuando cae … Fue el abrupto e intempestivo final de nuestra cafetera, último modelo 3.0.

Una sensación de temerosa soledad y frío invadió mi batín, y todo lo que había dentro, ... Y ahora qué?

Pero la Vida y los años nos han querido transmitir que siempre debemos superar las situaciones que se nos presenten, incluso el profundo enfado, pues tras él viene la Depresión, que es un lujo reservado para los Ricos, aquellos que pueden pagar caros asesores, psicólogos y tratamientos, ... Que siempre debemos buscar un Plan B.

Tirando de memoria me acordé que, casi con seguridad, en algún lado de las estanterías de la cocina debíamos conservar guardada aquella antigua cafetera italiana, la del principio, la de toda la Vida. Busca y busca, hasta que finalmente,

Allí estaba Ella.





Intenté recordar cómo se preparaba, … la cargué de agua, luego de café, encendí el fuego, la puse encima, esperando a ver qué pasaba.

Cuando al cabo de unos minutos empezó a subir el café, toda la cocina se fue impregnando de su aroma, mil veces mayor que el que hasta aquel momento estaba ya acostumbrado.

Aquel intenso aroma quiso llevarme por un instante a una infancia, curiosamente cercana con el paso del Tiempo, cuando Mamá Toyita preparaba el café en casa, en nuestra Querida Lima, tras el almuerzo de los domingos, con Papá, los abuelitos y los tíos animados en amena charla familiar, jeje, y nosotros apurando el arroz con leche que había preparado para el postre. Y me gustó aquel Recuerdo.

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Te escribo estas breves líneas hoy sábado por la tarde, con un delicioso café recién hecho que disfruto y me acompaña, pronto encenderé la chimenea ... Lo cierto es que desde hace tiempo tenía una necesidad intensa y profunda de volver a escribir, para conseguir motivarme, coger fuerza y ánimo ante la nueva etapa en el Camino que está pronta a Empezar, y pensé que esta anécdota, aunque sencilla, era un buen motivo.

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Desde aquel día nuestra antigua cafetera, dama italiana de grato aroma ha pasado a tener un lugar preferente en la encimera de la cocina, confío siempre me quiera acompañar, para empezar cada Día con Ilusión, trayendo al Presente queridos recuerdos de cada etapa de este Camino recorrido.

Por cierto, ¿llegaste a probar el café de esta dama italiana?

Sin más me despido, espero que estés bien, por favor cuéntame, recibe un afectuoso abrazo.


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