Esta fue hacia el mediodía, haciendo un alto en el camino,
reponiendo fuerzas, y disfrutando de una cerveza Cuzqueña, como no podía ser de
otra manera. Pero venga, volvamos al Camino, que ya cae la tarde y estamos
llegando al campamento, nos acompañas?
Al ver el campamento aceleramos el paso, ansiosos de
quitarnos las botas y meter nuestros agotados pies en el riachuelo.
Descargamos las mochilas, anochece, el olorcillo de los
fogones reanima, nos acercamos al río a refrescarnos, y de allí todos a una,
directo a cenar. Está delicioso todo lo que han preparado, caliente y de
puchero, con carnes, yuca y más productos de la zona, riquísimo, una cena digna
de reyes, que motiva efusivos aplausos y vivas al cocinero.
Ya satisfechos, con un buen café y una copita de pisco nos
instalamos alrededor de la acogedora fogata, donde comentaremos las experiencias
vividas, acampados con el cielo estrellado como techo de nuestro hogar por esa
especial y mágica noche.
Amanece en las montañas. Al despuntar el alba tocan Diana. El
gélido frío serrano invita a quedarse dentro de la tienda, pero no, hoy no va a
ser … Todos arribaaaa ¡!.
Desayunamos cargando fuerzas, con un aromático café recién hecho, acompañado del clásico pancito serrano con queso, que más de uno repitió, jeje, y tripitió …
Nos preparamos para el inicio de una nueva jornada, mientras los porteadores proceden a levantar el campamento.
A una orden de Serafín parten con destino al siguiente punto establecido, donde llegaremos al atardecer.
El Dios Sol brilla en lo alto de la montaña, Partimos, ansiosos por descubrir los secretos que nos revelarán las Montañas Inca en este nuevo día.
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Al final del tercer día, en el campamento nos encontramos en medio de una noche gélida, propia de la puna andina. Al amanecer casi se podía tocar con los dedos el frío en el horizonte. Moverse era un triunfo pues se nos entumecían los huesos del frío que hacía.
Sabedores de ello Don Rogelio y su gente prepararon para esa mañana un desayuno especial, acorde con estas bajas temperaturas, podíamos elegir entre chocolate caliente, mate de coca y caldo de gallina, con mucha sustancia.
Reanudamos la marcha. Ya avanzada la mañana las temperaturas van subiendo, lo que es de agradecer.
Con barba de tres días y pesada mochila llena de emociones avanzamos por las quebradas y llanuras que conforman la ruta.
El sendero permite avanzar con seguridad, aunque te recibe con empinadas subidas, llanos que se agradecen y descensos pronunciados. En algunos tramos se estrecha, debemos pasar de uno en uno, apoyados al muro de piedra que forma la montaña.
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Al transcurrir la cuarta jornada sientes las fuerzas al límite del cansancio, pero debes seguir, es una promesa hecha a ti mismo. De pronto, al llegar a lo alto de un inmenso conjunto de rocas, a lo lejos la ves, INTIPUNKU, la Puerta del Sol, entrada a la Ciudadela de Machu Picchu desde el sinuoso y estrecho sendero ...
La vista que se contempla al llegar allí es inmensa, mágica, inolvidable, pese al cansancio evidente, es la mejor recompensa que podías imaginar recibir al final del Camino.
La jornada avanza en Machu Picchu, descubriendo sus
misterios, para al final de la tarde bajar hasta Aguas Calientes, pueblecito al
pie del tren, donde nos espera unos reconfortantes baños termales y deliciosa
cena de celebración.
Conservo estas añejas instantáneas, y algunas más, como valioso tesoro de una increible experiencia ...
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Confieso que esta experiencia me marcó a fuego una forma de entender
la vida que hoy sigue Viva. Si tienes espíritu de Aventura la recomiendo de
corazón, no dejes de formar parte de una expedición por el Camino Inca.
Reconozco que es tal vez de las mejores experiencias que he
vivido, con un valor añadido: lo pronto que se presentó ante mí, con menos de
veinte añitos, con poca experiencia, con inmensas ganas de empezar a vivir, … y
de pronto la Vida me hizo este regalo, increíble, casi mágico.
Hoy, con algunos años más, y parte del camino de la Vida ya recorrido, echo la
mirada atrás, con espíritu tranquilo espero poder revivir pronto esta
experiencia, pero ya con mi Familia, con nuestros hijos crecidos, ya hechos para la Vida, viéndolos delante mío, mochila a la espalda, para
disfrutar y compartir con ellos y contigo cada sendero, cada atardecer, cada amanecer, cada
descanso en el camino.
Espero poder hacer juntos este Camino. Recibe un afectuoso abrazo.
CARLOS LOZANO.
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