Si un día me preguntas qué significa eso de sentirme Afortunado.
Último domingo de Junio, calor tremendo por esta añejas tierras de Madrid. Hemos quedado para almorzar tres buenos amigos de toda la vida. Para ser preciso y correcto, de toda Su Vida.
En casa en Madrid, Rodrigo y yo esperamos a Carlos Ignacio que está regresando, ha ido desde ayer sábado al chalet de su amigo Joselu en las afueras, barbacoa y reencuentro con amigos del colegio. Conforme llega vamos viendo donde ir; María José no puede, tiene cantidad de tema por organizar, “Prometido será otro día Carlos”.
Picoteo, sushi, peruano, una terraza, hamburguesas?... Al llegar Charlie nos decidimos por Casa Lulo, restaurante asturiano, rincón con solera e historia que él conoce, sobre la avenida de Reina Victoria, cerca de la Glorieta de Cuatro Caminos, entrando al barrio de Chamberí.
Es una antigua y entrañable Sidrería asturiana, típica de aquellos cercanos años del siglo pasado... Biennn, acordado, hacia allí nos dirigimos!.
Ya en la taberna, gratamente vestidas sus paredes y rincones con antiguos motivos asturianos, para beber, como es de rigor pedimos Sidra, bien fría, tirada con sifón. Juan, el encargado, asturiano de los de siempre, se acerca a nuestra mesa: “Os recomiendo el clásico Variado de Cachopos, preparados con cuatro estilos diferentes, acompañado de patatas, quedaréis satisfechos, y si queréis más luego os traeré unos Huevos Rotos, al estilo de mi tierra”.
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Aquí estamos, don Rodrigo con sus 18, contando sus recientes viajes a Mallorca y a Galicia, sus planes de universidad, el ilustre Carlos Ignacio con sus 23, comentando el final de su Carrera doble de Abogado y ADE, así como sus positivos avances en la Consultora...
Y yo con mis eternos 49, contando anécdotas, aprovechando para darles algún que otro dato, como el del “Mercado de San Miguel”, que hay montado en las alturas, al ladito de Plaza Callao, buen dato de don Fernando Sifuentes en nuestro último reencuentro, precioso lugar para disfrutar con un buen vino entre amigos, al atardecer de un día de verano, con vistas espectaculares desde el cielo de Madrid.
Ha sido para mí una tarde especial Hijos, hemos reído, hemos brindado, hemos charlado, con calma, sin tiempo, he vivido el intenso sentimiento de vuestro cariñoso beso y muy querido abrazo. Doy Gracias por todo aquello.
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Carlos Ignacio, Rodrigo, siempre seréis mis Hijos, nuestros Hijos, pero siento que estamos viviendo una etapa nueva en el camino, especial, única, ahora además empezamos a ser Amigos.
Abrazo muy sentido muchachos, abrazo querido, inmenso, con todo el Amor de vuestro Padre.
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Al caer la tarde siento la necesidad de escribir estas breves líneas, para así, al releerlas con el paso del tiempo, si la memoria me fallase, ser consciente de que he sido un hombre Afortunado.
Estoy convencido que muchos de nuestros amigos, al leer estas líneas entienden y comparten lo que he intentado expresar.
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Ocurrió allá por Junio de 2019 según recuerdo.
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