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Recuerdo con mis escasos siete añitos entrar corriendo a la cocina y ver a Papá Carlitos, sentado en la mesa, en nuestra casita de Barranco, a lo suyo, con todos sus artilugios, cepillos, franelas, cremas para cada color, marrón, negro, granate, y al pie todos sus zapatos, bien alineados.
Debía ser domingo pues Papá trabajaba incluso los sábados para poder sacarnos adelante, jaja, éramos seis pequeños y despistados marineros a bordo de aquel aguerrido Barco Pirata, con Mamá Toyita de fiel Contramaestre.
Alguno de aquellos domingos por la tarde recuerdo que, al verme asomado en la puerta, con su sonrisa tranquila, Papá me dijo:
“Un hombre que se valore, allá donde vaya debe llevar la mente y los zapatos siempre limpios”.
Y continuó su labor con el primero de los zapatos marrones que tenía a su derecha.
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Por cierto, antes que me lo hagas notar, jaja, porque te conozco, y sé que lo harás, mejor te lo digo yo. Sí, es cierto, el zapato izquierdo tiene una raja, de las buenas.
Alguna vez te habré dicho que soy Agente Secreto ya medio retirado, pues esa raja fue resultado de una operación encubierta en Kazajistán, con nombre en clave Flor de Luna, donde nuestro enlace era una linda agente kazaja, experta en perfiles psicológicos, con quien tuvimos que enfrentar a peligrosos espías rusos en la periferia de Astaná, la capital.
Esa raja fue un daño colateral de la arriesgada incursión.
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Volviendo a la cocina de nuestra casita de Barranco, con el paso del tiempo he recuperado esa tradición de Papá, y su buen consejo,
“Un hombre que se valore, allá donde vaya debe llevar la mente y los zapatos siempre limpios”.
Bueno, de momento he conseguido cumplir con la segunda parte, los zapatos los llevo siempre limpios, jaja, lo de la mente es queeee, como que me está costando más.
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Aprovecho esta breve misiva para hacerte llegar un afectuoso abrazo, que tengas un Buen día.
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